Veo que tengo tiempo de no escribir. Me puse a pensar por qué dejé de escribir. Lo que puedo decir al respecto es que comencé a trabajar como maestra en la escuela de mis hijos y no hice el tiempo para seguir con esta actividad que tanto disfruto. Pero aquí estoy de nuevo, empujada por alguien que me ama, y quiere que comparta lo que ha estado pasando en mi vida.
No sé tú, pero yo siempre viví con muchos miedos, unos que parecieran insignificantes como el temor al mar, o a las arañas (después de que me picaron un par de arañas venenosas y con la primera casi me muero). Unos miedos algo frívolos, como el miedo al ¿qué dirán? O, si estoy haciendo las cosas bien como mamá. Otros miedos más profundos como el ¿qué tal si un día me muero y dejo a mis hijos sin mamá, o peor aún, que tal si mi marido se muere y mis hijos y yo nos quedamos solos?! Bueno, este último es el que te quiero contar lo que mi Papá usó para limpiar mi corazón de él.
Hace un par de meses, mi esposo y yo tuvimos la oportunidad de viajar solos, siiii soliiiitos a una playa en México. La verdad que es algo que necesitábamos, pues habíamos pasado unos meses algo estresantes anteriormente por cuestiones de nuestros trabajos. Aunado a eso, él estaba trabajando en otra ciudad, y regresaba a casa para estar con su familia solamente dos noches. Así que disfrutar de éste tiempo solos fue de mucha bendición.
Un día que estábamos en la playa tomando el sol tranquilamente, yo estaba con un buen libro a la par mía, y el mar lo teníamos justito enfrente. En fin una bella mañana, a mi esposo se le ocurre que quiere ir kayaking. Él vio que los otros huéspedes del hotel se paseaban tan contentos en el kayak y dijo, ¡vamos! Yo lo pensé por unos segundos y le dije que sí, PERO sólo porque en mi cabeza razone que no quería ser la esposa aburrida que decía que no a algo nuevo y divertido. Y además, cuando mi marido fuera a pedir información, le iban a decir el precio y él se iba a desanimar. Mi “sí” estaba “fríamente calculado”. Mi marido se paró y fue a pedir información. Yo me quede acostada súper entretenida leyendo mi libro. Después de un largo rato, mi marido regresó, y me pregunto con un tono de voz que me sacó de mi tranquilidad: ¿que no me escuchas que te estoy gritando desde allá? Pues no, ni en cuenta con el efecto de sonido que tenía enfrente, ni siquiera escuche su voz. El caso es que el ya estaba listo con su chaleco salvavidas. Y me dijo, ¡vamos, ya seguimos nosotros! Y yo, apelando a su conciencia pregunte, ¿que no es muy caro? ¡Es GRATIS! Me contestó sonriente. Pues ni modo, ya había dicho que sí, así que ahí iba. Haciendo muecas por dentro, volteando hacia atrás a ver la cama en la que había estado descansando tan rico.
Llegamos al lugar donde prestaban los kayaks y me puse mi chaleco. El joven que estaba a cargo de todo nos explicó cómo era que teníamos que hacer para entrar al mar (otro de mis temores) sin que nos voltearan las olas. Dijo: cuando entren, tienen que remar recto y muy rápido para que cuando vengan las olas, no los voltee. Y sigan remando hasta llegar a donde esta aquel señor en lancha. Cuando lleguen allá, pueden voltear a la derecha y a la izquierda, pero siempre detrás del señor que está en la lancha. Okay dijimos los dos, como si fuéramos unos muchachos de 20. Nos sentamos en el kayak y el muchacho nos empujó sobre el agua los primeros metros y comenzamos a remar rápido. Yo iba enfrente así que veía las olas que venían y me daban miedo, pero dije Padre, estoy aquí contigo. Seguía remando rápido cuando escuche a mi marido decir, ¡ay, ay, ay!! ¡Mi espalda!!! Y no veía que sus remos se movieran, ¡lo cual me enojo mucho! Y le dije (grité): ¡TINETTI (nombre que uso cuando no estoy contenta) no molestes!! ¡Ahora remas!! Y él insistía, ¡mi espalda, mi espalda, no puedo!! Yo estaba súper enchilada (termino mexicano para decir que está uno bravo) pero seguía remando. Me salieron tantos reclamos en forma de enojo en ese momento de temor, que estaba asombrada de mí misma de saber por qué estaba tan molesta. Le dije cosas como, ¡solo a ti se te ocurren estas cosas! ¡Yo tan agusto que estaba tomando el sol! ¡Solo hiciste que viniéramos a hundirnos! Realmente estaba viviendo un momento de miedo.
Al fin mi marido pudo hacer el esfuerzo de remar un poco y pudimos llegar a donde estaba el señor de la lancha. Giramos a la derecha y allá a lo lejos vi la cama en la playa alumbrada por un rayito de sol. Ese lugar de comodidad se veía tan distante. Yo estaba acá atrapada en el mar pasando por algo a mi modo de ver, desagradable. Me pude dar cuenta ahí mar adentro, que yo no tenía el control de nada. Eso me hizo reaccionar y me pregunté ¿!por qué me había molestado tanto?! ¿Cuál era la razón por la cual mi Papá estaba permitiendo que pasara por este rato malo en medio de tanta paz que había estado experimentando? El me dio la respuesta ahí mismo. YO Soy el responsable de ti, no tu marido.
Mire a mi alrededor y vi que estábamos bien, y me pude dar cuenta que lo que mi Papá estaba haciendo era confrontarme con mis miedos para mostrarme que EL tiene el control de todo. EL fue quien permitió que no nos voltearan las olas, pues EL me dio el valor para continuar remando cuando mi marido se acalambro. Fue mi Papá quien nos guardó mar adentro. Y fue ÉL quien le dio las palabras a mi marido para decirme «y si nos volteamos, ¿qué?» Fue ÉL quien llenó mi corazón de su paz en cuanto reconocí el temor que era evidente frente a mí. Aun si mi marido faltare, Mi Papá siempre va a estar conmigo y se hará cargo de mi. Le entregue ese temor y EL limpio mi corazón.
No pretendo estar libre de todos los temores que me acechan, pero sé que estoy en una travesía con mi Papá para enfrentarnos a ellos y poder decir, Mi Papá está en control de TODO, yo no. ÉL se hizo responsable de mi cuando me adoptó, junto con todos mis temores. La promesa es que su espíritu de adopción que me dio, es quien me libera de cada uno de ellos cuando yo clamo: ¡Papá!
Y que ¿qué paso al fin en el kayak? Le pedí disculpas a mi marido por haber sido sujeto a mi abuso verbal 🙂 Y después de pasear un rato, decidimos ir de regreso a la playa. Las olas nos empujaron hacia la arena de una manera muy divertida. Ese día viví la salvación de mi Papá sobre el temor de perder a mi marido y descubrí que con mi Papá en mi, ¡soy valiente para enfrentar las ‘olas’ que se nos atraviesen!